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El camino que nos conduce infaliblemente a la paz, la alegría y la felicidad (página 2)



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"…que si uno murió por todos, luego todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos." "No sois vuestros, porque habéis sido comprados por precio." Jesús nos dice: "El que no me ama, no guarda mis palabras." Por lo tanto, yo puedo saber si yo amo al Señor Jesucristo contestando esta otra pregunta: ¿Guardo Sus palabras? ¿Qué significa ésto? Significa, primero, ¿tenemos nosotros un respeto reverente hacia todas las enseñanzas del Señor Jesucristo? ¿Las recibimos y adoptamos como nuestra norma de doctrina y nuestra regla de vida? Recuerden que, en efecto, todo lo que está en el Antiguo Testamento así como en el Nuevo, debe ser considerado como las palabras de Cristo; pues Él dice que no vino para abrogar la ley sino para cumplirla. El cielo y la tierra pasarán, pero ni una tilde de la ley fallará. Si ustedes están bajo el pacto de gracia, la señal de los que están bajo el pacto está en ustedes, y el sagrado carácter de los que están en el pacto será manifestado en ustedes. Bendigan y magnifiquen a su Dios del pacto. Tomen la copa del pacto, e invoquen Su nombre. Argumenten las promesas del pacto, y reciban todo lo que necesitan. Amén CAPÍTULO II

EL PACTO ARGUMENTADO

"Mira al pacto." Salmo 74:20 El que entiende la ciencia de la argumentación con Dios, tendrá éxito en la oración. "Hazme recordar, entremos en juicio juntamente": es un mandamiento divino. "Venid luego, dice el Señor, y estemos a cuenta": es una invitación sagrada. "Presentad vuestras pruebas, dice el Rey de Jacob": es una instrucción en cuanto a la manera de salir victorioso en la suplicación.

La argumentación es lucha: los argumentos son los apretones, los amagos, las agonías y los forcejeos con los que retenemos y vencemos al ángel de pacto. El humilde enunciado de nuestras necesidades tiene mucho valor, el Pacto nos hace ser capaces de dar razones y argumentos del por qué Dios debe oírnos, es ofrecer una oración potente y prevaleciente. Entre todos los argumentos que pueden ser usados en la argumentación con Dios, tal vez no haya otro más fuerte que este: "Mira al pacto". Si contamos con la palabra de Dios para una cosa, podemos muy bien rezar: "Haz como has dicho, pues así como un hombre bueno sólo necesita que se le recuerde su propia palabra para que sea inducido a guardarla, lo mismo sucede con nuestro Dios fiel; Él únicamente necesita que le hagamos recordar estas cosas, para que las haga para nosotros." Si Él nos ha dado algo más que Su palabra, es decir, si nos ha dado Su Pacto, Su solemne convenio, entonces podemos suplicarle a Él con la mayor presencia de espíritu: "Mira al pacto", y, luego, podemos esperar y aguardar con tranquilidad Su Salvación. El Pacto del que se habla aquí, es el pacto de gracia. Hay un pacto que no podemos argumentar en la oración: es el pacto de obras, que es un pacto que nos destruye pues lo hemos quebrantado. Nuestro primer padre pecó, y el pacto fue quebrantado; nosotros hemos continuado en su perversidad, y ese pacto nos condena. Por el pacto de obras ninguno de nosotros puede ser justificado, puesto que todavía continuamos quebrantando nuestra porción de él, y continuamos atrayendo la ira sobre nosotros a un grado máximo. El Señor ha hecho un nuevo pacto con el segundo Adán, nuestra cabeza federal, Jesucristo nuestro Señor; es un pacto sin condiciones, -excepto aquellas condiciones que Cristo ya ha cumplido- un pacto ordenado en todas las cosas y que será guardado, y que ahora se compone únicamente de promesas, que van en este sentido: "Y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo"; "Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos"; "Y los limpiaré de toda su maldad"; un pacto, digo, que en un tiempo contenía condiciones, todas las cuales cumplió nuestro Señor Jesús cuando terminó con la transgresión, y puso un fin al pecado, e introdujo la justicia eterna; y ahora todo el pacto está constituido de promesas, y se compone de eternos e infalibles: 'Yo haré' y 'se hará', que permanecerán siendo los mismos para siempre.

Hablaremos del texto de esta manera: 1. ¿Qué significa el argumento: "Mira al pacto"? 2. De dónde proviene su fuerza; 3. Cómo y cuándo podemos argumentarlo; y 4. concluiremos notando cuáles son las inferencias prácticas de ello. I. ¿Qué quiere decir el argumento: "MIRA AL PACTO"? Creemos que quiere decir esto: Cumple Tu pacto, oh Dios: No permitas que sea letra muerta, Tú has dicho esto y aquello; haz ahora conforme a lo que has dicho. A Ti te ha complacido hacer este pacto con Tu pueblo, confirmándolo mediante la solemne sanción de juramento y sangre. Quieras ahora guardarlo. ¿Has dicho, y no lo harás? Nosotros estamos persuadidos de Tu fidelidad; entonces permite que nuestros ojos contemplen que los compromisos del pacto sean cumplidos." Quiere decir, además, "Cumple todas las promesas de Tu pacto", pues, en verdad, todas las promesas están ahora en el pacto. Todas ellas son Sí y Amén en Cristo Jesús, para la gloria de Dios, por medio de nosotros; y puedo decir sin apartarme de las Escrituras, que el pacto contiene en su sagrada carta constitucional, cada palabra de gracia que ha venido del Altísimo, ya sea por la boca de profetas o de apóstoles, o por los labios del propio Jesucristo. El significado en este caso sería: "Señor, guarda Tus promesas relativas a Tu pueblo. Estamos necesitados: cumple ahora, oh Señor, Tu promesa para que no nos falte ninguna cosa buena. Aquí está otra de Tus promesas: 'Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo'. Estamos en medio de ríos de problemas. Te pedimos que estés con nosotros ahora. Redime Tus promesas hechas a Tus siervos. No permitas que se queden en los libros como letras que se burlan de nosotros, sino demuestra que querías decir lo que en efecto escribiste y dijiste, y permítenos ver que Tú tienes el poder y la voluntad para hacer que cada jota y cada tilde de todo lo que has hablado, sean cumplidas. Pues ¿no has dicho: 'El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán'? Oh, entonces te rogamos que mires a las promesas de Tu pacto." Nosotros podríamos (deberíamos) decir: "Oh Señor, no permitas que nada desvíe Tus promesas." "Oh Señor, no permitas que yo soporte tal tentación que caiga. No permitas que me sobrevenga tal aflicción que sea destruido; pues, ¿no has prometido que no nos asediará ninguna tentación sino aquella que podamos soportar, y que con la tentación habrá juntamente una salida? Mira ahora a Tu pacto, y ordena a Tu providencia de tal manera que no nos suceda nada contrario a ese acuerdo divino." O también: "Ordena todo alrededor nuestro de tal manera que el pacto sea cumplido. Levántame y dame el conocimiento para que predique el Evangelio con poder, para que sea el instrumento de la fe en Tí. Creador de los hombres, Señor de corazones humanos, haz esto, y haz que Tu pacto que hiciste con Tu iglesia, de que nunca la abandonarás, sea cumplido. Los gobernantes de la tierra están en Tu mano. Todos los eventos están controlados por Ti. Tú ordenas todas las cosas, desde las ínfimas hasta las inmensas. Nada, por pequeño que sea, es demasiado pequeño para Tu propósito: nada, por grande que sea, es demasiado grande para Tu gobierno. Te pido que administres todo de tal manera que, al final, cada promesa de Tu pacto sea cumplida en mí y en todo Tu pueblo elegido." Yo pienso que ese es el significado del argumento: "Mira al pacto": Guárdalo y vé que sea guardado. Cumple la promesa, e impide que Tus enemigos hagan daño a Tus hijos. Es, en verdad, un precioso argumento. II. Y ahora veamos DE DÓNDE PROVIENE SU FUERZA. "Mira el pacto". Su fuerza proviene, primero, de la veracidad de Dios. Si fuese un pacto que es la hechura de un hombre, nosotros esperaríamos que el hombre lo guarde; y el hombre que no guarda su pacto no goza de estima entre sus semejantes. Si un hombre ha dado su palabra, esa palabra es su obligación. Y si eso es firmado y sellado, entonces se convierte en algo más obligatorio, y el que no cumple con un pacto, es considerado como que ha perdido su carácter entre los hombres.

Dios no quiera que pensemos jamás que el Altísimo podría incumplir con Su palabra. No es posible. Él puede hacer todas las cosas, excepto esta: no puede mentir. No es posible que alguna vez no sea veraz. Él ni siquiera puede cambiar: las dádivas y el llamamiento de Dios son sin arrepentimiento. Él no puede alterar el dicho que ha salido de Sus labios. Entonces, cuando venimos delante de Dios en oración, pidiendo una bendición del pacto, contamos con Su veracidad que nos apoya. "Oh Dios, Tú debes hacer esto. Tú eres soberano: Tú puedes hacer lo que quieras, pero Tú te has obligado con ataduras que detienen Tu majestad; Tú lo has dicho, y no es posible que te arrepientas de Tu propia palabra." Cuán grande ha de ser nuestra fe cuando contamos con la verdad de Dios para apoyarnos en ella. Cómo deshonramos a nuestro Dios con nuestra débil fe, pues es virtualmente una sospecha de la fidelidad de nuestro Dios del pacto.

A continuación, para apoyarnos en usar este argumento, tenemos el sagrado celo de Dios por Su honor. Él mismo nos ha dicho que Él es un Dios celoso; Su nombre es Celoso; Él tiene gran respeto a Su honor entre los hijos de los hombres. Por eso, este fue el argumento de Moisés: "¿Qué dirá el enemigo?

¿Qué harás tú a tu grande nombre?" Ahora, si el pacto de Dios pudiera ser tomado a la ligera, y si pudiera demostrarse que Él no ha guardado la promesa que hizo a Sus criaturas, no sólo sería algo terrible para nosotros, sino que acarrearía una lastimosa deshonra sobre Su nombre; y eso no sucederá nunca. Dios es demasiado puro y santo, y Él es también demasiado honorable para retractarse alguna vez de la palabra que hubiere dado a Sus siervos. Si yo siento que casi he perdido mi pie, todavía puedo estar seguro de que no permitirá que perezca enteramente, ya que Su honor sería manchado, pues Él ha dicho: "No perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano." Él podría entregarme a mis enemigos en razón de mis merecimientos, pues yo merezco ser destruido por ellos; pero, entonces, Su honor está comprometido en salvar al más insignificante de Su pueblo, y Él ha dicho: "Yo les doy vida eterna." Por tanto, en razón de Su nombre, Él no permitirá que yo me convierta en presa del adversario, sino que me preservará también a mí, para el día de Su venida. He aquí un buen sostén para la fe. La siguiente reflexión que debería fortalecernos grandemente es: el venerable carácter del pacto. Este pacto no fue una transacción de ayer: este pacto fue realizado antes de que la tierra existiera. No podemos hablar de primero y de último con Dios, pero hablando a la manera de los hombres, el pacto de gracia es el primer pensamiento de Dios. Aunque nosotros usualmente ponemos el pacto de obras como revelado primero en orden de tiempo, sin embargo, de hecho, el pacto de gracia es el más antiguo de los dos.

El pueblo de Dios no fue escogido ayer, sino desde antes de que existieran los cimientos del mundo; y el Cordero que fue inmolado para ratificar ese pacto, aunque fue inmolado hace dos mil 14 años, fue inmolado en el propósito divino desde antes de la fundación del mundo. Es un pacto muy antiguo: no hay nada tan antiguo. Dios tiene en gran estima ese pacto. Este pacto de gracia, es uno de Sus grandiosos pensamientos, sí, es Su eterno pensamiento, el pensamiento proveniente de lo más íntimo de Su alma. Y debido a que es tan antiguo, y que para Dios es un asunto tan importante, cuando nos acercamos a Él con este argumento en nuestra boca, no debemos permitir ser aturdidos por la incredulidad, sino que podemos abrir ampliamente nuestra boca, pues seguramente será llenada. "He aquí Tu pacto, oh Dios, que Tú ordenaste desde tiempos antiguos por Tu propia y espontánea voluntad soberana, un pacto en el que Tu propio corazón es puesto al desnudo. Y Tu amor, que es Tu mismo ser, es manifestado. Oh Dios, mira al pacto, y haz conforme has dicho, y cumple Tu promesa a Tu pueblo". Y esto no es todo. No es sino sólo el comienzo. El pacto contiene un solemne endoso. La propia palabra que creó el universo es la palabra que habló el pacto. Pero, como si eso no bastara, viendo que somos incrédulos, Dios le ha agregado un juramento, y debido a que Él no puede jurar por otro mayor, ha jurado por sí mismo. Sería una blasfemia soñar que el Eterno pudiera ser un perjuro, y Él ha incorporado Su juramento a Su pacto, para que, por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, conceda un fortísimo consuelo a los herederos de la gracia.

Pero, además, ese venerable pacto, así confirmado mediante un juramento, fue sellado con sangre. Jesús murió para ratificarlo. La sangre de Su corazón roció esa Carta Magna de gracia de Dios para Su pueblo. Ahora es un pacto que Dios, el justo, debe guardar. Jesús ha cumplido nuestro lado del pacto: ha ejecutado al pie de la letra todas las exigencias de Dios para con el hombre. Nuestra Fianza y nuestro Sustituto ha guardado la ley y a la vez ha sufrido todo lo que debía sufrir Su pueblo, debido al quebrantamiento de esa ley; y, ahora, ¿acaso no será veraz el Señor, y el Padre eterno no será fiel a Su propio Hijo? ¿Cómo podría rehusarle a Su hijo el gozo que puso delante de Él y la recompensa que le prometió? "Verá linaje: Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho." La fidelidad de Dios para Su pacto, no es tanto un asunto entre tú y Dios, como entre Cristo y Dios, pues ahora es así: Cristo como su representante presenta Su derecho delante del trono de la infinita justicia para la salvación de cada alma por la que derramó Su sangre, y Él debe recibir lo que ha comprado. ¡Oh, qué confianza hay aquí! Los derechos del Hijo, mezclados con el amor y la veracidad del Padre, hacen que el pacto sea ordenado en todas las cosas y guardado. Además, recuerden que hasta ahora, (Profecías de la venida de Cristo y su muerte se cumplieron fielmente) nada del pacto ha fallado jamás. El Señor ha sido probado por millones de millones de Su pueblo, que se han encontrado en graves emergencias y en serias dificultades; pero nunca ha sido reportado que la promesa se convirtiera en nada, ni tampoco nadie ha dicho que el pacto sea nulo y vacío. Pregúntenles a aquellos que les precedieron y que atravesaron aguas más profundas que ustedes. Pregúntenles a los mártires y santosn que ofrendaron sus vidas por su Señor, "¿Estuvo con ellos hasta el fin?" Las plácidas sonrisas en sus rostros, mientras soportaban la muerte más dolorosa, fueron testimonios evidentes de que Dios es veraz. Sus cánticos de gozo, sus aplausos en medio del fuego, sus vidas devoradas por leones hambrientos, sus encarcelamientos, todas estas cosas han demostrado cuán fiel ha sido el Señor.

¿Y no han oído con sus propios oídos el testimonio del pueblo agonizante de Dios? Ellos se encontraban en condiciones en las que no podían ser sostenidos por la mera imaginación, ni podían ser sacados a flote por el frenesí, y, sin embargo, han sido tan felices como si el día de su muerte hubiese sido el día de su boda. La muerte es un asunto muy solemne para que un hombre se ponga a fingir en ese momento.

El gozo de los santos que han partido, cuando ya oían las voces de los ángeles que revoloteaban cerca, y se han vuelto y nos han relatado en un lenguaje entrecortado, los goces que desbordaban en ellos: su visión cegada por el brillo excesivo, y sus corazones arrebatados por la bienaventuranza que los inundaba.

¡Oh, ha sido dulce ver partir a los santos!

Dios ha sido veraz tantas veces y no ha sido falso nunca, y, ¿experimentaremos ahora alguna dificultad en confiar en Su pacto? No, por todos estos años en los que la fidelidad de Dios ha sido puesta a prueba, y nunca ha fallado, hemos de confiar que Él tendrá consideración de nosotros, y hemos de orar valerosamente: "Mira al pacto." Pues, fíjense bien, como ha sido en el principio, es ahora, y será para siempre, por los siglos de los siglos. Será para el último santo como fue para el primero.

Nuestro Dios nos ha enseñado a muchos de nosotros, a confiar en Su nombre. A nosotros nos costó aprender la lección, y nada sino la Omnipotencia podría habernos vuelto dispuestos a caminar por fe, y no por la vista; pero con mucha paciencia el Señor nos ha conducido al fin a no tener confianza sino en Él, y ahora dependemos de Su fidelidad y de Su verdad. ¿Piensas tú que Dios te ha dado esta fe para engañarte? ¿Crees tú que te ha enseñado a confiar en Su nombre, y te ha llevado tan lejos para ponerte en vergüenza? ¿Te ha dado confianza en una mentira Su Santo Espíritu? ¿Y ha obrado en ti fe de mentira? Nuestro Dios no es un demonio que se deleitaría en la desdicha que una confianza infundada seguramente nos traería. Si tú tienes fe, Él te la dio, y el que te la dio conoce Su propio don, y lo cumplirá. Él no ha sido falso nunca, ni siquiera para la fe más débil, y si tu fe es grande, descubrirás que Él es más grande que tu fe, aun cuando tu fe esté en su máximo límite; por tanto, debes tener mucho ánimo. El hecho de que creas debe animarte a decir: "Ahora, oh Señor, he puesto mi confianza en Ti, y, ¿acaso podrías fallarme? Yo, un pobre gusano, no tengo ninguna confianza sino sólo en Tu amado nombre, y, ¿acaso me abandonarías? No tengo ningún refugio sino sólo en Tus heridas, oh Jesús, no tengo ninguna esperanza sino sólo en Tu sacrificio expiatorio, no tengo ninguna luz sino sólo Tu luz: ¿podrías Tú desecharme?" No es posible que el Señor deseche a uno que confíe de esta manera en Él.

¿Puede alguien de nosotros olvidar a sus hijos cuando confían tiernamente en nosotros en los días de su debilidad? No, el Señor no es un monstruo: Él es tierno y lleno de compasión, fiel y veraz; y Jesús es un amigo que es más fiel que un hermano. El propio hecho de que nos ha dado fe en Su pacto debería ayudarnos a suplicar: "Mira al pacto".

III. CÓMO Y CUÁNDO PUEDE SER ARGUMENTADO ESE PACTO. Primero, puede ser argumentado bajo un sentido de pecado: cuando el alma siente su culpabilidad. Permítanme leerles las palabras de nuestro apóstol, en el capítulo octavo de los Hebreos, donde está hablando de este pacto en el versículo décimo: "Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; y seré a ellos por Dios, y ellos me serán a mí por pueblo; y ninguno enseñará a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos. Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades."

· Ahora, querido lector, supón que tú estás bajo un sentido de pecado; algo ha revivido en ti un recuerdo de la culpa pasada, o podría ser que has tropezado tristemente en este preciso día, y Satanás susurra: "tú ciertamente serás destruido, pues has pecado." Acude ahora al grandioso Padre y di: "Señor, Tú has establecido un pacto conmigo, en Tu infinita, ilimitada e inconcebible misericordia, viendo que yo creo en el nombre de Jesús, y ahora te suplico que mires al pacto. Tú has dicho: Seré propicio a sus injusticias: oh Dios, ten misericordia de mí. Nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades: Señor, nunca más recuerdes mis pecados: olvida para siempre mi iniquidad". Esa es la manera de usar el pacto.

· Pero supongan, que están esforzándose por dominar la corrupción interior, con un intenso deseo de que la santidad sea obrada en ustedes. Entonces, lean otra vez el pacto según lo encuentran en el capítulo treinta y uno de Jeremías. Se trata del mismo pacto, y sólo estamos leyendo otra versión del mismo. "Este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón". Ahora, ustedes pueden argumentar eso y decir: "Señor, Tus mandamientos sobre piedra son santos, pero yo los olvido y los quebranto; pero, oh Dios mío, escríbelos en las tablas de carne de mi corazón. Ven ahora y hazme santo; transfórmame; escribe Tu voluntad en lo íntimo de mi alma, para cumplirla, y desde los cálidos impulsos de mi corazón, sírvete como quieres ser servido. Mira a Tu pacto y santifica a Tu siervo."

· Supongan que desean ser sostenidos bajo una fuerte tentación, para no retroceder y volver a los viejos caminos. Tomen el pacto según se encuentra en Jeremías, en el capítulo treinta y dos, en el versículo cuarenta. Fíjense en esos versículos y apréndanlos de memoria, pues podrían ser de una gran ayuda para ustedes alguno de estos días. Lean el versículo cuarenta del capítulo treinta y dos de Jeremías: "Y haré con ellos pacto eterno, que no me volveré atrás de hacerles bien, y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí. Y me alegraré con ellos haciéndoles bien, y los plantaré en esta tierra en verdad, de todo mi corazón y de toda mi alma." Ahora vayan y digan: "Oh Señor, casi estoy agotado, y me dicen que finalmente caeré, pero oh, mi Dios y Señor, allí está Tu palabra. Pon Tu temor en mi corazón y cumple Tu promesa que no me apartaré de Ti." Este es el camino seguro a la perseverancia final.

· Supongan que se encuentran en gran turbación de mente y necesitaran consuelo; pueden acudir a Él con esa promesa del pacto: "Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros, y en Jerusalén tomaréis consuelo." Acudan a Él, digan: "Señor, consuela a Tu siervo." Si sucediese alguna vez que estén buscando la conversión de los impíos y deseando ver salvados a los pecadores, y el mundo pareciera muy oscuro, miren al texto nuevamente -el versículo completo-: "Mira al pacto, porque los lugares tenebrosos de la tierra están llenos de habitaciones de violencia", a lo cual pueden agregar: "pero Tú has dicho que Tu gloria cubrirá la tierra, y que verá toda carne la salvación de Dios. Señor, mira a Tu pacto. Ayuda a nuestros misioneros, a nuestros sacerdotes, haz progresar a Tu Evangelio, ordena al poderoso ángel que vuele por en medio del cielo para que predique el Evangelio eterno a toda criatura". Vamos, es una gran oración misionera: "Mira al pacto." Amados, es una espada de dos filos, que debe ser usada en todas las condiciones de contienda, y es un bálsamo santo, que podrá sanar en cualquier condición de sufrimiento. IV. ¿CUÁLES SON LAS INFERENCIAS PRÁCTICAS DE TODO ESTO? "Mira al pacto". Vamos, si le pedimos a Dios que mire al pacto, nosotros mismos hemos de mirarlo, y debemos hacerlo de esta manera:

· Mirémoslo con agradecimiento. Bendigamos al Señor porque condescendió a entrar en un pacto con nosotros. ¿Qué podría ver en nosotros para darnos siquiera una promesa, y mucho más para hacer un pacto con nosotros? Bendito sea Su amado nombre.

· Mirémoslo con fe. Si es el pacto de Dios, no lo deshonremos. Permanece firme. ¿Por qué vacilamos ante él por causa de la incredulidad? "Su propia obra de gracia es tan fuerte, Como la que construyó los cielos; La voz que impulsa las estrellas Habla todas las promesas."

· Mirémoslo con júbilo. Unámonos a David en alabanza: "No es así mi casa para con Dios; sin embargo, él ha hecho conmigo pacto perpetuo." Aquí hay lo suficiente para establecer un cielo en nuestros corazones mientras estemos todavía aquí abajo: el Señor ha entrado en un pacto de gracia y paz con nosotros, y Él nos bendecirá para siempre.

· Mirémoslo con celo. No permitan nunca que el pacto de obras sea mezclado con él pacto de gracia. No piensen en ser hechos perfectos en la carne bajo otro pacto. Sean santos bajo los preceptos del Padre celestial. No regresen a la servidumbre de la ley, pues no están bajo la ley, sino bajo la gracia. (Es la trampa de la Ley que nos hace actuar como fariseos).

· Por último, mirémoslo en la práctica. Todos han de ver que el pacto de gracia, a la vez que es su apoyo, es también su deleite. Estén preparados para hablar de él a los demás. Estén listos a mostrar que el efecto de Su gracia en ustedes es digno de Dios, puesto que tiene un efecto purificador en su vida. El que posee esta esperanza se purifica, así como Él es puro. Tengan respeto por el pacto, caminando como lo hacen los que pueden decir que Dios es para ellos un Dios, y ellos son para Él un pueblo. El pacto dice: "De todos vuestros ídolos os limpiaré". Entonces no amen a los ídolos. El pacto dice: "Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados." Entonces sean limpios, ustedes que están bajo el pacto, y que el Señor los preserve y haga que Su pacto sea su blasón en la tierra y su cántico por siempre en el cielo. En el suguiente capítulo vamos a estudiar someramente los diferentes pactos que Dios ha hecho durante toda la humanidad.

Oh, que el Señor nos lleve a los vínculos de Su pacto, y nos dé una fe simple en Su amado Hijo, pues esa es la señal de los que están bajo el pacto. Amén y Amén. CAPÍTULO III

LOS DISTINTOS PACTOS

Un pacto es un contrato de acuerdo entre dos o más partes. Pero el Pacto entre Dios y el género humano es la modalidad a través de la cual Dios ha escogido comunicarse con nosotros, redimirnos y garantizarnos vida eterna en Cristo Jesús. Estas verdades reveladas en la Biblia son la base del cristiano. La Biblia es el documento del Pacto. El Antiguo y el Nuevo Testamento son en realidad los Pactos Antiguo y Nuevo si tomamos en cuenta que la palabra Testamento proviene del vocablo latino que significa Pacto.

En el Pacto hay una lista de obligaciones mutuas entre las distintas partes que intervienen: Recompensas y los castigos (disciplina) que se relacionan con el cumplimiento o el quebrantamiento del Pacto. La idea de Pacto podría expresarse como que Dios habla a su pueblo y le dice: Si me amas y lo demuestras guardando mis preceptos, yo seré tu Dios y tú serás mi Pueblo consagrado y mi propiedad personal; todas mis bendiciones estarán sobre ti. Pero si me abandonas, experimentarás qué duro es dejar a tu Dios.

El Pacto es cómo Dios decidió inicialmente tratar con la humanidad, y esto lo sabemos a partir del estudio del Pacto Eterno mencionado en Hebreos 13:20, donde dice: "Y el Dios de la paz que levantó de entre los muertos al gran Pastor de las ovejas en virtud de la Sangre de una alianza eterna, a Jesús, Señor nuestro". En este Pacto, Dios Padre y el Hijo realizaron un acuerdo concerniente a los elegidos. Este pacto fue establecido antes de que el Universo fuera creado, y consistía en que el Padre prometió traer al Hijo a todos cuantos el Padre lo diera. El Apóstol Juan nos lo dice con claridad: "Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo para que contemplen mi gloria, la que me has dado porque me has amado antes de la creación del mundo" (Juan 17:24). El Pacto Eterno lleva entonces al Pacto de la Gracia. Mientras que el Pacto Eterno fue hecho entre el Padre y el Hijo, el Pacto de Gracia es establecido entre Dios y el hombre. Este último Pacto es aquel en que Dios le promete al hombre la salvación eterna sobre la base del sacrificio de Jesucristo en la cruz. Tal Pacto se manifiesta en nuestro mundo en una sucesión de Pactos adicionales que Dios hizo con los seres humanos.

Naturaleza de los Pactos: Por lo general los Pactos fueron hechos por Dios con un pueblo de pactos:

Israel. El apóstol Pablo declara en Romanos 9:4 que la nación de Israel había recibido Pactos del Seño, y aclara en Efesios 2:11-13 que los gentiles no han recibido ninguno de tales Pactos y, por consiguiente, no gozan de las relaciones de estos Pactos con Dios.

Estos dos pasajes bíblicos nos muestran en forma negativa que los gentiles no gozaban de las relaciones de estos Pactos, y de forma positiva que Dios había entrado en relaciones de Pactos con Israel. Pero en Cristo los gentiles han llegado a ser participantes del Nuevo Pacto y, por consiguiente, de las bendiciones del mismo.

El Pacto sólo incluye a los que están amparados por él. Pero también podemos ver que el Pacto con David afectaría la descendencia del propio Davis, es decir, a Cristo, quien habría que cumplir con dicho Pacto. Pero en el proceso desde la promesa hasta el cumplimiento, Dios proveyó protección a los descendientes de David, quienes habrían de estar en el árbol genealógico de Jesús. De esta manera estas personas se beneficiaron indirectamente del Pacto con David.

Cuando miramos la historia de la salvación vemos que siempre ha sido igual la manera en que Dios ha tratado al hombre con quien pactaba. El Pacto de Dios con Abraham fue para él y su descendencia, pero solamente por la línea de Isaac, no por Ismael; por Jacob, y no por Esaú. En la actualidad los hijos de Abraham, de acuerdo al Pacto y la promesa, son los de la Casa de Israel. Esto no significa que los demás no recibieron bendiciones indirectas de dichos Pactos.

Pactos condicionales e incondicionales Los Pactos de Dios contenidos en la Biblia se clasifican en dos clases: aquellos que son condicionales y los que son incondicionales.

· Un Pacto condicional es uno en el cual la acción de Dios es en respuesta a alguna acción de parte de aquellos a quienes va dirigido el Pacto, lo cual garantiza que Dios hará su parte con absoluta certeza cuando se satisfacen los requisitos humanos. Pero si el hombre fracasa, Dios no está obligado a cumplir con su parte del Pacto.

· Un Pacto incondicional, mientras que no puede incluir ciertas contingencias humanas, es una declaración de cierto propósito de Dios, y las promesas de un Pacto incondicional serán ciertamente cumplidas en el tiempo y a la manera de Dios. Un Pacto incondicional se distingue de uno condicional por el hecho de que su cumplimiento esencial es prometido por Dios y depende del poder y la soberanía del propio Dios.

A continuación analizaremos cada uno de los Pactos bíblicos: El Pacto Adámico (Adán) "Enemistad pondré entre ti y la mujer, entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar. A la mujer le dijo: Tantas haré tus fatigas cuantos sean tus embarazos: con dolor parirás a tus hijos. Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te dominará. Al hombre le dijo: Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol que yo te había prohibido comer, maldito sea el suelo por tu causa; sacarás de él el alimento con fatiga todos los días de tu vida". Génesis 3:15-17 El Pacto Adámico fue el primer Pacto que Dios hizo con el hombre. Fue un pacto condicional con Adán en el cual la vida y bendición o la muerte y maldición dependían de la fidelidad de Adán hacia Dios. Incluía el dar a Adán la responsabilidad de ser el padre de la raza humana, sojuzgar la tierra, tener dominio sobre los animales, cuidar las cosechas y no comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Por haber fracasado Adán y Eva al comer la fruta prohibida, fue impuesta la muerte por su desobediencia. Adán y Eva murieron espiritualmente de inmediato y necesitaron nacer de nuevo para ser dignos de la salvación. Más tarde murieron también físicamente. Su pecado hundió a toda la raza humana en el pecado y en la muerte.

Pero posteriormente Dios hizo este Pacto con toda la raza humana después de la caída. Es un Pacto en el que Dios declara al hombre lo que será su vida por causa del pecado. Como un todo, este Pacto condiciona la vida humana. Se declara maldita a la serpiente utilizada por Satanás, se da la promesa del Redentor la cual es cumplida en Cristo, se detalla el lugar de la mujer en cuanto a quedar sujeta al dolor y a la pena en la maternidad, y en cuanto a la posición del hombre como cabeza de familia. El hombre, en lo sucesivo, deberá ganarse el pan con el sudor de su frente, y su vida será dolorosa y con la muerte física como final. El Pacto Noémico (Noé) "Dijo Dios: Esta es la señal de la alianza que establezco para futuras generaciones entre Yo y vosotros y todo ser vivo que os acompaña: pongo mi arco en las nubes, que servirá de señal de la alianza entre Yo y la tierra. Cuando Yo anuble con nubes la tierra, entonces se verá el arco en las nubes y me acordaré de la alianza que media entre Yo y vosotros y todo ser vivo. Ya no habrá más aguas diluviales que exterminen la vida. Pues en cuanto aparezca el arco en las nubes, yo lo veré y me acordaré de la alianza perpetua entre Dios y todo ser vivo, toda la vida que existe sobre la tierra" (Arcoiris) Génesis 9:12-16 Este pacto fue hecho con Noé y sus hijos y, mientras que repite algunos rasgos del Pacto Adámico, introdujo algunos principios nuevos de gobierno humano como un medio para frenar el pecado.

Las provisiones del Pacto incluían el establecimiento de la pena capital para aquellos que tomaran la vida de otro hombre. Fue reafirmado el orden normal de la naturaleza, y al hombre se le permitió comer carne de animales en lugar de alimentarse solamente de vegetales, como al parece era antes del Diluvio.

El Pacto con Noé incluía la profecía concerniente a los descendientes de sus tres hijos, y designaba a Sem como el único de quien vendría la línea divina que seguiría hasta la llegada del mesías. Así como el Pacto Adámico introdujo la dispensación de la conciencia, así el Pacto Noémico introdujo la dispensación del gobierno humano.

El Pacto Abrahamánico (Abraham) "Cuando Abraham tenía noventa y nueve años se le apareció Yahvé y le dijo: Yo soy El Sadday, anda en mi presencia y sé perfecto. Yo establezco mi alianza entre nosotros dos y te multiplicaré sobremanera. Cayó Abraham rostro en tierra y Dios le habló así: Por mi parte esta es una alianza contigo: serás padre de una muchedumbre de pueblos. Ya no te llamarás más Abrán, sino que tu nombre será Abraham, pues te he constituido padre de una muchedumbre de pueblos. Te haré fecundo sobremanera, te convertiré en pueblos y reyas saldrán de ti. Estableceré mi alianza entre nosotros dos y también con tu descendencia, de generación en generación: una alianza eterna, de ser Yo tu Dios y el de tu posteridad. Te daré a ti y a tu posteridad la tierra en la que andas como peregrino, todo el país de Canaán en posesión perpetua, y Yo seré el Dios de los tuyos" Génesis 17:1-8 El primero de los Pactos hechos por Dios con la nación de Israel fue el Pacto Abrahamánico, del que abundan referencias en la Biblia. Este Pacto tiene una importante influencia sobre la doctrina de la Salvación por Jesucristo. Pablo de Tarso, escribiendo a los gálatas dice que los creyentes entran en las bendiciones prometidas a Abraham (Gálatas 3:8-9). Puede decirse que el Pacto Abrahamánico es la base de los demás Pactos con el pueblo de Israel. Las promesas de tierra de este Pacto con Abraham se desarrollan en el Pacto Mesiánico. Las promesas acerca de la simiente se desarrollan en el Pacto Davídico y Las promesas de bendiciones se desarrollan en el Nuevo Pacto. El Pacto Abrahamánico es una de las grandes revelaciones de Dios concernientes a la historia futura, y en él fueron dadas profundas promesas a lo largo de tres líneas. Primero, fueron dadas promesas a Abraham de que él tendría gran descendencia (Génesis 17:16), que tendría mucha bendición personal (Génesis 13:14-15, 17 y 24:35), que su nombre sería grande (Génesis 12:2) y que él personalmente sería una bendición (Génesis 12:2).

Segundo, a través de Abraham fue hecha la promesa de que emergería una gran nación (Génesis 12:2). En el propósito de Dios esto se refiere a Israel y los descendientes de Jacob, quienes formaron las doce tribus de Israel. A esta nación le fue dada la promesa de la tierra (Génesis 12:7).

Una tercera área principal del Pacto fue la promesa de que por medio de Abraham vendría bendición al mundo entero (Génesis 12:3). Esto tendría su cumplimiento en que Israel sería el canal principal de la revelación divina de Dios, la fuente de los profetas, quienes revelarían a Dios. En forma suprema, la bendición a las naciones sería dada a través de Jesucristo, quien sería un descendiente de Abraham. Dada la revelación especial con Dios, Él pronunció una solemne maldición sobre aquellos que maldijeran a Israel, y una bendición a quienes bendijeran a Israel (Génesis 12:3).

El Pacto con Abraham, como el Adámico y el de Noé, es incondicional. Mientras que cualquier generación particular de Israel podía disfrutar de sus provisiones del Pacto con tan solo ser obedientes, también podían ser guiados hacia la cautividad si eran desobedientes. El propósito esencial de Dios para bendecir a Israel, para proveer redención a través de Israel y para traerle a la Tierra Prometida, es total porque depende del poder soberano y voluntad de Dios más que de los hombres. A pesar de los muchos fracasos de Israel en el Antiguo Testamento, Dios se reveló a sí mismo y encauzó la escritura de los textos sagrados.

El Pacto Mosaico o Sinaítico (Moisés) "Él (Dios) respondió: Yo voy a hacer una alianza; delante de tu pueblo realizaré maravillas cual no se han hecho en toda la tierra o en nación alguna. Y todo el pueblo que te rodea verá lo terrible que es la obra de Yahvé que Yo haré contigo. Observa lo que Yo te mando hoy; expulsaré delante de ti al amorreo, al cananeo, al hitita, al perizita, al jivita y al jabuseo. Guárdate de hacer alianza con los habitantes del país donde vas a entrar, pues sería un lazo en medio de ti. Destruid sus altares, destrozad sus estelas y romped sus cipos. No te postres ante un Dios extraño, pues Yahvé de llama Celoso, es un Dios celoso. No hagas alianza con los habitantes del país, pues cuando se prostituyan con sus dioses y les ofrezcan con sus dioses y les ofrezcan sacrificios, te invitarás a participar en sus sacrificios. No tomes a sus hijas para tus hijos, pues sus hijas se prostituirán con sus dioses y prostituirán a tus hijos con sus dioses. No te hagas dioses del metal fundido. Guarda la fiesta de los Ázimos; durante siete días comerás ázimos, como te mandé, en el tiempo señalado del mes de Abib, pues en el mes de Abib saliste de Egipto. Todo primogénito es mío y todo primer nacido macho, de vaca o de oveja, es mío. El primer nacido de asno lo rescatarás con una oveja; y si no lo rescatas, lo desnucarás. Rescatarás todos los primogénitos de tus hijos. Nadie se presentará antes mí con las manos vacías. Durante seis días trabajarás, pero el séptimo descansarás; en la siembra y en la siega, descansarás. Celebrarás la fiesta de las Semanas, al comenzar la siega del trigo, y la fiesta de la Cosecha, al final del año. Tres veces al año se presentarán todos tus varones ante el Señor Yahvé, Dios de Israel. Cuando expulse a las naciones delante de ti y ensanche tus fronteras, nadie codiciará tu tierra cuando subas, tres veces al año, a presentarte ante Yahvé, tu Dios. No ofrezcas pan fermentado junto con la sangre de mi sacrificio, ni guardes para el día siguiente parte de la víctima de la Pascua. Lleva a la casa de Yahvé, tu Dios, los primeros frutos del suelo. No cuezas el cabrito en la leche de su madre. Yahvé dijo a Moisés: Escribe estas palabras, pues a tenor de ellas hago alianza contigo y con Israel". Éxodo 34:10-27 El Pacto Mosaico fue dado a través de Moisés para los hijos de Israel mientras estaban viajando desde Egipto hacia la Tierra Prometida (Éxodo 20:1-18). En Éxodo, y ampliado en muchas otras partes de la Sagrada Escritura, Dios le dio a Moisés la Ley que serviría para ordenar su relación con el pueblo de Israel. Todos los Mandamientos están clasificados en tres divisiones principales:

· Los Mandamientos, conteniendo la voluntad expresada por Dios (Éxodo 21:1, 24:11).

· Los Juicios, relacionados con la vida social y cívica de Israel (Éxodo 21:1, 24:11)

· Las Ordenanzas (Éxodo 24:12, 31:18).

La Ley Mosaica era un Pacto condicional e incorporaba el principio de que si Israel era obediente, Dios les bendeciría. Pero si Israel era desobediente, Dios les maldeciría y les disciplinaría. Aunque ya se había anticipado que Israel fracasaría, Dios prometió que Él no abandonaría a su pueblo (Jeremías 30:11). El Pacto Mosaico también fue temporal y finalizaría en la cruz de Cristo. Aunque contenía elementos de gracia, era básicamente un Pacto de obras. El Pacto Davídico (David) "Ahora, pues, di esto a mi siervo David: Así habla Yahvé Sebaot: Yo te tomé del pastizal, de detrás del rebaño, para que fueses caudillo de mi pueblo, Israel. He estado contigo dondequiera has ido para que fueses caudillo de mi pueblo, Israel. He estado contigo dondequiera has ido, he eliminado de delante de ti a todos tus enemigos y voy a hacer de ti una personalidad, como los grandes personajes de la tierra. Fijaré un lugar a mi pueblo, Israel, y lo plantaré allí para que more en él; no será ya perturbado y los malhechores no seguirán oprimiéndolo como antes, cuando instituí jueces en mi pueblo, Israel. Y haré que estés en paz con todos tus enemigos. Yahvé te anuncia que Yahvé te edificará una casa. Y cuando tus días se hayan acabado y te entierren con tus padres, reafirmaré a la descendencia que salga de tus entrañas, y consolidaré el trono de su realeza. Él construirá una casa para mi Nombre y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre. Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo. Si hace algo malo, le castigaré con vara de hombres, pero no apartaré de él mi amor, como lo aparté de Saúl, a quien quité de delante de mí. Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí; tu trono estará firme eternamente". 2ª. Samuel 7:8-16 En las promesas del Pacto Davídico hecho entre Dios y David, Él amplía y confirma las promesas de la descendencia que ya les había hecho a Abraham y a Moisés. El Pacto Davídico era un Pacto incondicional en el cual Dios prometió a David un linaje real sin fin, un trono y un reino, todo ello para siempre. En la declaración de este Pacto Dios se reserva el derecho de interrumpir el reinado de los hijos de David si era necesario el castigo (2ª. Samuel 7:14-15), pero la perpetuidad del Pacto no podía ser quebrantada.

Desde el día en que el Pacto fue establecido y confirmado por Dios hasta el nacimiento de Jesús, a David nunca le faltó un hijo que se sentase en el trono de Israel (Jeremías 33:21). Y Cristo, el eterno Hijo de Dios y descendiente de David, completa el cumplimiento de la promesa hecha a David de que un hijo se sentaría en ese trono para siempre. El Pacto Davídico contiene los siguientes puntos: a) David habría de tener un hijo, quien le sucedería a él y consolidaría su reino. b) Este hijo, Salomón, construiría el Templo de Jerusalén. c) El trono de su reino sería establecido para siempre. d) El trono no le sería quitado, aunque sus pecados justificaran el castigo. e) La casa, el trono y el reino de David serían establecidos para siempre. El Nuevo Pacto o Pacto de Gracia "Van a llegar días -oráculo de Yahvé- en que yo pactaré con la Casa de Israel y con la Casa de Judá una nueva alianza; no como la alianza que pacté con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto, pues ellos rompieron mi alianza y yo hice estrago en ellos -oráculo de Yahvé-. Sino que esta será la alianza que yo pacte con la Casa de Israel, después de aquellos días -oráculo de Yahvé-: pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Ya no tendrán que adoctrinarse entre sí, unos a otros, diciendo: "Conoced a Yahvé", pues todos ellos me conocerán, del más chico al más grande -oráculo de Yahvé-, cuando perdone su culpa y de su pecado no vuelva a acordarme" Jeremías 31:31-34. El último de los grandes Pactos concertados por Dios es el Nuevo Pacto, llamado también Pacto de Gracia. Es un pacto hecho "con la Casa de Israel y la Casa de Judá" (Jeremías 31:31). Es un nuevo Pacto, en contraste con el Pacto Mosaico, el cual fue roto por Israel (Jeremías 31:32).

En este Pacto Dios dice: "Pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo" (Jeremías 31:33). A causa de esta íntima y personal revelación de Dios y su voluntad para con la gente, Dios continúa diciendo: "Ya no tendrán que adoctrinarse entre sí, unos a otros, diciendo: "Conoced a Yahvé", pues todos ellos me conocerán, del más chico al más grande -oráculo de Yahvé-, cuando perdone su culpa y de su pecado no vuelva a acordarme" (Jeremías 31:34).

El Nuevo Pacto garantiza todo lo que Dios se propone hacer para las personas creyentes por medio de la Sangre de su Hijo Jesús. El acto de creer no es una parte del Pacto, sino la base sobre la cual el creyente es admitido para disfrutar de las bendiciones eternas que el Pacto ofrece. El Nuevo Pacto no es hecho con los no redimidos, sino con los que creen en Dios, y promete que en favor de ellos estará la fidelidad del propio Dios. Y toda otra promesa semejante a ésta, relacionada con el poder que Dios manifiesta en la salvación y cuidado de los suyos, es parte de este Nuevo Pacto de Gracia. Hay quienes recalcan la importancia y el poder de la voluntad humana, diciendo que la salvación y preservación deben tener como condición la libre cooperación de la voluntad humana. Esto puede ser razonable para la mente humana, pero no está de acuerdo con la revelación que Dios nos ha dado en las Escrituras.

Es evidente que Dios ha dejado lugar para el libre ejercicio de la voluntad humana. Él ayuda a la voluntad de los hombres, y los ya salvos son conscientes de que tanto su salvación como su servicio están en completa armonía con la elección que ellos mismos han hecho en lo más profundo de su corazón. Sabemos que Dios gobierna la voluntad humana, pero al mismo tiempo vemos que Él apela a la voluntad del hombre y hace que dependa en cierta forma de ella para el disfrute de su divina bendición. La futura salvación de Israel es prometida en el Nuevo Pacto (Rom 11:26-27). Esta salvación se efectuará sobre la base única de la Sangre que Cristo derramó en la cruz. Por medio del sacrificio de su Hijo, Dios es tan libre para salvar una nación como lo es para salvar a un solo individuo o a toda la humanidad.

Se esperaba que todos llegaran a ser miembros fieles del Pacto desde el momento de su nacimiento, y fieles también a las obligaciones que les imponía el Pacto, para así poder recibir los beneficios y bendiciones del mismo. De igual manera se espera que aquellos que han nacido de nuevo y han entrado a formar parte del Nuevo Pacto o Pacto de Gracia se mantengan santos y guarden los mandatos del Pacto. En la consideración de estos seis grandes Pactos de Dios nunca podrá decirse que se está dando demasiado énfasis a la soberanía de Dios o al absoluto fracaso humano, en lo que se refiere al cumplimiento de los Pactos. Pero podemos estar seguros y convencidos de que todo lo que Dios se ha comprometido hacer por medio de dichos Pactos, Él lo hará con toda la perfección de su infinito Ser. En todos los casos Dios toma la iniciativa: no se trata de un acuerdo entre partes iguales; Dios establece los términos. Los da a conocer y sólo Él garantiza su cumplimiento. Los seres humanos disfrutan de las bendiciones del Pacto en tanto obedezcan y cumplan los mandatos de Dios. "Tú, que eres bueno y bienhechor, enséñame tus preceptos" Salmo 119:173

Algunas divisiones bajo el Pacto de Gracia (Teologia del Pacto)

Nombre del Pacto

Adamico

Noadico

Abrahami co

Sinaítico/Ley

Davídico

Nuevo/Gracia

Partes Envueltas

Dios y Adan y la humanidad

Dios y Noe, Su descenden cia y todos los seres vivientes

Dios y Abraham y Sus descendientes

Dios y el pueblo de Israel

Dios y David

Dios y los escogidos

Promesa

Vida Eterna por medio de la obediencia

No seria la tierra destruída con inundació n de aguas

Tierra y descendencia para Abraham

Continua comunión con Dios

Sus descendint es tendrían un rey y reino eterno.

Ley escrita en los Corazones

Condición

Obediencia Perfecta

No Condición

Fe

Obedienci a Perfecta

No Condición

Fe en Cristo

Sello y Señal

El Arbol

El Arco Iris

Cricumcisión

Sacrificios de Sangre rociada

Resurrecci ón de Cristo

La sangre de Cristo (Bautismo y Santa Cena)

Mediador

No Mediador

Moises

Jesucristo

CAPÍTULO IV

LA FE

"Sin fe es imposible agradar a Dios." Hebreos 11:6 ¿Cuál es el fin principal del hombre? "Glorificar a Dios y gozar de Él para siempre." La respuesta es perfectamente correcta. Aunque también hubiera sido igualmente correcta si hubiera sido más corta. El fin principal del hombre es "agradar a Dios," pues al hacerlo (no necesitamos afirmarlo, porque es un hecho fuera de toda duda), se agradará a sí mismo. El fin principal del hombre en esta vida y en la venidera, así lo creemos, es complacer a Dios su Hacedor. Si un hombre agrada a Dios, hace lo que más le conviene para su bienestar temporal y eterno. El hombre no puede agradar a Dios sin atraer hacia sí mucha felicidad, pues si alguien agrada a Dios, es porque Dios lo acepta como Su hijo.

Esto es así porque Él le otorga las bendiciones de la adopción, derrama en él la abundancia de Su gracia, lo bendice en esta vida y le asegura una corona de vida eterna, que él usará y que brillará con un lustre inagotable, aún cuando todas las guirnaldas de la gloria terrenal se hayan deshecho. Por el contrario, si un hombre no agrada a Dios, inevitablemente atrae hacia sí penas y sufrimiento en esta vida. Coloca gusanos y podredumbre en la puerta de todas sus alegrías. Llena su almohada mortuoria con espinas y aumenta el fuego eterno con carbones llameantes que lo van a consumir eternamente.

El hombre que agrada a Dios, mediante la Gracia Divina, va peregrinando hacia la última recompensa que espera a quienes aman y temen a Dios. Pero el hombre que desagrada a Dios tiene que ser desterrado de la presencia de Dios, y por consiguiente, del goce de la felicidad. Así lo dice la Escritura. Si estamos en lo cierto cuando declaramos que agradar a Dios es ser feliz, entonces la única pregunta importante es ¿cómo puedo agradar a Dios? Y hay algo muy solemne en lo que dice nuestro texto: "Sin fe es imposible agradar a Dios." Es decir, puedes hacer lo que quieras, esforzarte tanto como puedas, vivir de la manera más excelente que quieras, presentar los sacrificios que escojas, distinguirte como puedas en todo aquello que es honorable y de buena reputación; sin embargo nada de esto puede ser agradable a Dios a menos que lleve el ingrediente de la fe. "Con todo lo que haces debes traer fe, pues de lo contrario, sin fe es imposible agradar a Dios." Esta es una antigua ley. Tan vieja como el primer hombre. Tan pronto como Caín y Abel vinieron al mundo y se convirtieron en hombres, Dios hizo una proclamación práctica de esta ley que "sin fe es imposible agradarle." Caín y Abel, en un día muy soleado erigieron dos altares, uno junto al otro. Caín tomó de los frutos de los árboles y de la abundancia de la tierra y colocó todo sobre su altar. Abel trajo de los primogénitos del rebaño, poniéndolo sobre su altar. Se iba a decidir cuál de los dos sacrificios aceptaría Dios.

Caín había traído lo mejor que tenía pero lo trajo sin fe. Abel trajo su sacrificio, con fe en Cristo. Ahora, ¿cuál sería mejor recibido? Las ofrendas eran iguales en valor; en lo relativo a la calidad, eran igualmente buenas. ¿En cuál de esos altares descendería el fuego del cielo? ¿Cuál consumiría el Señor Dios con el fuego de Su agrado? Oh, veo que la ofrenda de Abel arde y que el semblante de Caín se ha decaído, pues a Abel y su ofrenda Dios miró con agrado, pero no miró con agrado a Caín ni a su ofrenda.

Así será siempre, hasta que el último hombre sea reunido en el cielo. Nunca habrá una ofrenda aceptable que no esté sazonada con la fe. No importa qué tan buena sea, con la misma buena apariencia de aquella que tiene fe: sin embargo, a menos que la fe esté con ella. Dios nunca la aceptará pues Él declara: "Sin fe es imposible agradar a Dios." ¿Pero, qué es la fe? ¿Es posible ser salvo si no tengo fe? ¿Tienes tú la fe que agrada a Dios? Veamos:

I. En primer lugar, ¿Qué es la fe? Los antiguos escritores, que eran sumamente sensatos, pues habrán notado que los libros que fueron escritos hace unos doscientos años por los viejos Puritanos, tienen más sentido en una sola línea que el que se encuentra en una página entera de nuestros libros actuales, y contienen más sentido en una sola página que todo el sentido que se puede encontrar en un volumen entero de nuestra teología actual. Los antiguos escritores nos dicen que la fe se compone de tres elementos: primero conocimiento, segundo asentimiento y luego lo que llaman confianza; es decir, apropiarse del conocimiento al cual le damos nuestro asentimiento y lo hacemos nuestro al confiar en Él.

I.- LOS ELEMENTOS DE LA FE: 1. El primer elemento de la fe es el CONOCIMIENTO. Un hombre no puede creer lo que no conoce. Ese es un axioma claro y evidente. Si yo nunca he escuchado nada acerca de algo en toda mi vida y no lo conozco, no puedo creerlo. Es inútil que un hombre afirme: soy creyente y sin embargo no sepa en qué cree. Si dices: yo creo y no sabes lo que crees, ¿cómo puede ser eso una fe verdadera? El Apóstol dijo: "¿Cómo creerán a aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no fueren enviados?" Para que haya una fe verdadera, es necesario que un hombre sepa algo de la Biblia. Los hombres deben estudiar toda doctrina que viene de la Palabra de Dios y que su fe debe basarse en la totalidad de las Sagradas Escrituras, especialmente en todo lo relativo a la Persona de nuestro siempre bendito Redentor.

Debe existir un cierto grado de conocimiento antes de que pueda haber fe.

"Escudriñad las Escrituras," pues, "porque a vosotros os parece que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de Cristo." Como resultado de escudriñar y de leer viene el conocimiento, y por el conocimientoviene la fe y por la fe viene la salvación. 2. El Segundo elemento es el ASENTAMIENTO. Un hombre puede saber algo y sin embargo puede no tener fe. Puede saber algo y no creer en ello. Por consiguiente, el asentimiento debe acompañar a la fe; esto es, debemos creer lo que conocemos y tener la certeza que es la verdad de Dios. Ahora, para tener fe, no solo basta que yo lea las Escrituras y las entienda, sino que debo recibirlas en mi alma como la propia verdad del Dios viviente. Y con devoción y con todo mi corazón debo recibir todas las Escrituras como inspiradas por el Altísimo, conteniendo toda la doctrina que Él requiere que yo crea para mi salvación. No está permitido dividir las Escrituras y creer sólo aquello que te parezca bien. No se te permite creer las Escrituras a medias, pues si lo haces a propósito, no tienes la fe que únicamente ve a Cristo. La fe verdadera da su total asentimiento a las Escrituras. Toma una página y dice "no importa lo que se encuentre en esta página, yo creo en ella." Pasa al siguiente capítulo y dice: "Aquí hay algunas cosas difíciles de entender que los indoctos y los inconstantes tuercen, tal como lo hacen con el resto de las Escrituras, para su perdición. Pero por muy difíciles que sean, yo creo en ellas." Considera la Trinidad. No puede entender la Trinidad en Unidad pero cree en ella. Ve el Sacrificio de expiación. Hay algo difícil en ese concepto pero lo cree. Y sea lo que sea que esté contenido en la revelación, besa el libro con devoción y dice:lo amo todo, doy mi pleno, sincero y libre asentimiento a cada una de sus palabras, así sea una amenaza o una promesa, un proverbio, un precepto, o una bendición. Como todo es Palabra de Dios, todo es absolutamente verdadero. Eso es lo que creo. Todo aquel que quiera ser salvo debe conocer las Escrituras y debe darles su total asentimiento.

3. El tercer elemento es la CONFIANZA: Un hombre puede tener todo esto y sin embargo no tener la fe verdadera. Pues lo principal de la fe radica en el tercer elemento, es decir, en la confianza en la Verdad. No en creerla simplemente pero en hacerla nuestra y en descansar en ella para salvación. Reposar en la verdad era la palabra que utilizaban los viejos predicadores. Comprenderás esta palabra, apoyándote en ella, diciendo: Esta es la Verdad, a ella confío mi salvación. Ahora, la fe verdadera, en su esencia misma se basa en esto: en apoyarse en Cristo. No me salvará si solamente sé que Cristo es un Salvador. Pero me salvará si confío en Él para que sea mi Salvador. No seré librado de la ira venidera creyendo que Su expiación es suficiente, pero sí seré salvo cuando haga de esta expiación mi confianza, mi refugio y mi todo. La esencia de la fe radica en esto: arrojarse uno sobre la promesa. El salvavidas que permanece a bordo de un barco no puede ser el instrumento de salvación del hombre que se está ahogando, ni tampoco la convicción que el salvavidas es un excelente y un efectivo invento puede salvarlo. ¡No! Es necesario que lo tenga alrededor de sus lomos, o en sus manos. De otra manera se hundirás.

Entonces, pecador, debes saber que Cristo murió por el pecado. Debes comprender que Cristo puede salvar y además debes creer que no serás salvo mientras no confíes en que Él es tu Salvador y que lo es para siempre.

Esta es la fe que salva. Y sin importar qué tan impía haya sido tu vida hasta ahora, esta fe, si te es dada en este momento, borrará todos tus pecados, cambiará tu naturaleza y te hará un hombre nuevo en Cristo Jesús. Te conducirá a vivir una vida santa y hará tu salvación eterna tan segura como si un ángel te llevara en sus resplandecientes alas y te transportara de inmediato al cielo.

¿Tienes tú esa fe? Esta es una pregunta de suma importancia. Pues mientras que con fe los hombres son salvos, sin fe son condenados.

Como ha dicho Brooks en uno de sus admirables trabajos: "Aquél que cree en el Señor Jesucristo será salvo, aun si sus pecados son muchos. Pero aquél que no cree en el Señor Jesús será condenado, aun si sus pecados son pocos". ¿Tienes tú fe? Pues el texto declara "Sin fe es imposible agradar a Dios." II. LOS ARGUMENTO DE LA FE: Porque sin fe no podemos ser salvos. 1) "Sin fe es imposible agradar al Dios." Nunca ha habido un caso registrado en la Escritura, de alguien que haya agradado a Dios sin fe. El capítulo 11 del Libro de Hebreos es el capítulo de los hombres que agradaron a Dios. Escuchen sus nombres: Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio. Por la fe Enoc fue traspuesto. Por la fe Noé preparó el arca. Por la fe Abraham obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida. Por la fe Sara dio a luz a Isaac. Por fe ofreció Abraham a Isaac. Por fe Moisés rehusó los tesoros de los egipcios. Por fe bendijo Isaac a Jacob. Por fe Jacob bendijo a cada uno de los hijos de José. Por fe José, moribundo, se acordó de la partida de los hijos de Israel. Por fe pasaron el Mar Rojo como por tierra seca. Por fe cayeron los muros de Jericó. Por fe Rahab la ramera no pereció. ¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas.

Todos estos fueron hombres de fe. Otros que son mencionados en la Escritura, también hicieron algo. Pero Dios no los aceptó. Algunos hombres se han humillado y sin embargo Dios no los ha salvado. Así lo hizo Acab, pero sus pecados no fueron perdonados nunca. Muchos hombres se han arrepentido y sin embargo no han sido salvos, porque su arrepentimiento no fue correcto. Judas se arrepintió, fue y se ahorcó y sin embargo no fue salvo. Algunos hombres han confesado sus pecados y no han sido salvos. Saúl lo hizo. Le dijo a David: He pecado, hijo mío, David. Y sin embargo continuó como antes.

Multitudes han confesado el nombre de Cristo y han hecho muchas cosas maravillosas y sin embargo nunca agradaron a Dios, por esta sencilla razón: no tuvieron fe.

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2) La fe es la gracia que somete y no hay nada que pueda hacer que un hombre se someta sin fe. Ahora a menos que una persona se humille, su sacrificio no puede ser aceptado. Los ángeles lo saben. Cuando adoran a Dios lo hacen cubriendo sus rostros con sus alas. Los redimidos lo saben. Cuando alaban a Dios arrojan sus coronas a Sus pies. El hombre que no tiene fe da pruebas que no puede inclinarse. Por esta razón es que no tiene fe: porque es demasiado orgulloso para creer. El declara que no someterá su mente, que no se convertirá en un niño creyendo mansamente lo que Dios le dice que debe creer.

Él es demasiado orgulloso y no puede entrar al cielo, porque la puerta del Cielo es tan baja que nadie puede pasar por ella a menos que incline la cabeza. Nunca hubo un hombre que pudiese caminar de manera erecta hacia la salvación. Debemos ir hacia Cristo de rodillas. Pues aunque Él es una puerta lo suficientemente grande para que el mayor de los pecadores pueda entrar, Él es una puerta tan baja que los hombres tienen que inclinarse si quieren ser salvos. Por eso es que la fe es necesaria, pues la incredulidad es una evidencia cierta de falta de humildad. 3) Las obras no pueden salvar. Les contaré una historia muy conocida para que el más sencillo de mis lectores pueda entender lo que digo: un misionero salió a predicar un día. Subió una colina que se encontraba en su camino. Al pie de esa colina se desplegaban unos pueblos, muy bellos, rodeados de dorados cultivos bañados por el sol. Pero él no los pudo ver pues su atención se concentró en una mujer que se encontraba a la puerta de una casa que, al verlo, se acercó a él muy ansiosa y le dijo: Señor, ¿tiene usted alguna llave que pudiera prestarme? Se me rompió la llave de mi armario, donde hay cosas que necesito urgentemente.

Él misionero respondió: No traigo ninguna llave. La señora se sintió frustrada pues pensaba que todo el mundo debía traer llaves consigo. Pero aun suponiendo, dijo el misionero, que tuviera unas llaves, podría ser que no funcionaran en su cerradura y por tanto no podría sacar los objetos que quiere. Pero no se desespere, alguien vendrá con una llave. Pero, dijo él, tratando de aprovechar la ocasión, ¿alguna vez ha oído hablar acerca de la llave del Cielo? Pues sí dijo ella, he vivido lo suficiente y he asistido a la iglesia lo suficiente para saber que si trabajamos duro, si conseguimos el pan mediante el sudor de nuestra frente y si actuamos de manera correcta con nuestro prójimo. Si nos comportamos con humildad y reverencia hacia nuestros semejantes y si cumplimos con nuestro deber en el lugar de la vida en que Dios ha querido colocarnos y si rezamos con regularidad, seremos salvos.

Ah, dijo el misionero, mi buena señora, esa es una llave rota, pues usted ha quebrantado los Mandamientos, no ha cumplido con sus obligaciones. Es una buena llave pero usted la ha roto. Le ruego, señor dijo ella, creyendo que él entendía el asunto y sintiéndose asustada, ¿Qué he omitido? Dijo él: pues lo más importante de todo. La sangre de Jesucristo.

¿Acaso no sabe usted, que la llave del reino se encuentra en Su cinturón? Él abre y nadie cierra. Y Él cierra y nadie abre. Y explicándole más claramente, dijo: Es Cristo y sólo Cristo Quien puede abrir la puerta del Cielo para usted. No sus buenas obras aunque estas son necesarias pues, sin obras su fe esta muerta pero, ante que nada, para ser salvo hay que tener fe en Jesucristo.

¿Qué? dijo ella, ¿son acaso inútiles nuestras buenas obras? No,dijo él no después de la fe. Si usted primero cree, usted podrá tener tantas buenas obras como quiera. Pero si usted cree, nunca confiará en ellas. Pues si confiara en las buenas obras las habría corrompido y ya no serían buenas obras. Tenga tantas buenas obras como quiera, pero deposite su confianza en nuestro Señor Jesucristo. Si no lo hace así, su llave nunca abrirá la puerta del Cielo.

Pues bien, debemos tener fe verdadera, porque la vieja llave de las buenas obras está tan dañada por todos nosotros que nunca podremos entrar al Paraíso utilizando esa llave. Si alguno de ustedes pretende no tener pecado, lo diré con sinceridad, se engaña a sí mismo y la Verdad no está en él. Si ustedes piensan que mediante sus buenas obras van a entrar al Cielo, no podrían estar más engañados. En el último gran día ustedes se darán cuenta que sus esperanzas no valían nada y que como las hojas secas de los árboles en otoño, el viento se llevará todas sus buenas obras. O serán quemadas por las mismas llamas que ustedes deberán sufrir eternamente. ¡Cuídense de sus buenas obras! Háganlas después de la fe y recuerden, el camino a la salvación es simplemente creer en Jesucristo. Otra vez: sin fe es imposible ser salvos y agradar a Dios porque sin fe no hay unión con Cristo. Y la unión con Cristo es indispensable para nuestra salvación. Si yo llego ante el Trono de Dios con mis oraciones, nunca serán contestadas a menos que lleve a Cristo conmigo. Los habitantes de un antiguo reino (los molosos), cuando no podían obtener un favor de su rey, empleaban un método muy singular. Tomaban al único hijo del rey en sus brazos y cayendo de rodillas, exclamaban: Oh, rey, por tu hijo, concédenos lo que te pedimos.

Él rey sonreía y decía: ¡No niego nada a aquellos que me piden algo en nombre de mi hijo! Así es con Dios. Él no negará nada al hombre que viene del brazo de Cristo. Pero si viene sólo, será echado fuera. La unión con Cristo es, después de todo, el principal punto de la salvación. La fe nos une a Cristo. Él nos libra y nos da vida en abundancia. Nuestras buenas obras sin ningún vínculo con Cristo son arrastradas hacia el abismo de la más terrible desesperación. No importa que tan fuerte nos aferremos a esas obras, aún con garfios de acero, no nos podrán salvar en lo más mínimo. ¡Abrácense a sus obras y se hundirán en el abismo!

¡Perdidos porque sus obras no están unidas a Cristo y no tienen vínculo alguno con el bendito Redentor!

Pero tú, pobre pecador, cargado con todo tu pecado, si una cuerda rodea tu cuerpo y Cristo la sostiene, no temas:

4) Porque sin fe es imposible perseverar en la santidad. ¡Qué multitud de cristianos de conveniencia tenemos hoy en día! Muchos cristianos se parecen a algunos habitantes del mar, que en buen clima navegan en la superficie del mar en un espléndido escuadrón, como los poderosos barcos. Pero en el mismo instante en que el viento forma olas, bajan las velas y se hunden en las profundidades.

Muchos cristianos actúan de esa manera. En buena compañía, en las iglesias, en hogares cristianos, en grupos de oración, en las capillas y en las sacristías, son tremendamente religiosos. Pero si se les expone a un poco de ridículo, si alguien se ríe burlonamente, ahí se acaba su religión hasta el próximo día bueno. Después cuando el día es agradable otra vez y la religión les es útil para sus propósitos, nuevamente despliegan las velas y vuelven a ser piadosos como antes.

Seamos honestos cuando profesemos nuestras creencias y eso será nuestra gloria. ¿Ah, qué harían sin fe en tiempos de persecución? ¿Ustedes gente buena y piadosa sin fe, qué harían si la los persiguieran como a los apóstoles de Jesús e intentaran darles muerte? ¡Aun si la forma más benigna de persecución reviviese, cómo se dispersaría la gente hacia todas partes!

Una anécdota: Una vez, un americano que poseía esclavos, en ocasión de la compra de un esclavo, le preguntó al vendedor: Dígame honestamente cuáles son sus defectos. El vendedor respondió: No tiene ningún defecto que yo sepa, excepto uno, y es que reza. Ah, exclamó el comprador, eso no me gusta, sé de algo que lo curará muy pronto de ese mal.

Así que a la siguiente noche Cuffey (así se llamaba el esclavo) fue sorprendido en la plantación por su nuevo amo mientras rezaba pidiendo por su nuevo dueño, su esposa y su familia. El hombre escuchó y por el momento no dijo nada. Pero a la mañana siguiente llamó a Cuffey y le dijo: No quiero discutir contigo, hombre, pero no aceptaré oraciones en mi propiedad. Así que abandona esa práctica. Mi amo, respondió él esclavo, no puedo dejar de rezar. Yo debo hacerlo. Si insistes en hacerlo te enseñaré a hacerlo.

Mi amo, debo continuar haciéndolo. Bien, entonces te daré veinticinco azotes cada día, hasta que dejes de hacerlo. Mi amo, aunque me azotes cincuenta veces, debo rezar. Pues si con esa insolencia respondes a tu amo, los recibirás de inmediato. Así que atándolo, le propinó veinticinco azotes y le preguntó si iba a rezar de nuevo. Sí, mi amo, debemos hacer oraciones siempre, no podemos dejar de hacerlo. El amo lo miró asombrado. No podía entender cómo un pobre hombre podía continuar en esa práctica, cuando parecía no hacerle ningún bien y sólo le traía persecución. Le contó a su esposa lo sucedido.

Su esposa le dijo: ¿Por qué no permites que el pobre hombre rece? Cumple muy bien con su trabajo. A ti y a mí no nos interesa el tema de la oración, pero no hay nada de malo en dejarlo rezar, sobre todo si continúa haciendo bien su trabajo. Pero a mí no me gusta, respondió el amo. Me he espantado tremendamente. ¡Si hubieras visto cómo me veía! ¿Estaba enojado? No, eso no me hubiera molestado. Pero después de haberlo azotado, me miró con lágrimas en los ojos como si tuviera más lástima de mí que de él mismo. Esa noche el amo no pudo dormir. Daba vueltas en la cama de un lado a otro. Recordó sus pecados.

Recordó que había perseguido a un santo de Dios. Saltando de su cama exclamó ¿Esposa, puedes rezar por mí? Nunca he rezado en mi vida respondió ella, no puedo rezar por ti. Estoy perdido, dijo él, si alguien no reza por mí. Yo no puedo hacerlo por mi mismo. No conozco a nadie en la plantación que sepa rezar, excepto a Cuffey, dijo la esposa. Hicieron sonar la campana y trajeron a Cuffey. Tomando la mano de su sirviente negro, el amo dijo: Cuffey, ¿puedes rezar por tu amo? Mi amo respondió el esclavo, he estado rezando por ti desde que mandaste azotarme y tengo la intención de seguir haciéndolo siempre.

Cuffey se arrodilló y derramó su alma en lágrimas y tanto la esposa como el marido fueron convertidos.

Ese negro no hubiera podido hacer esto sin fe. Sin fe no hubiera podido sostener su decisión, y hubiera exclamado: Mi amo, en este momento dejo de rezar. No me gusta el látigo del hombre blanco. Pero debido a que perseveró por su fe, El Señor lo honró y le dio el alma de su amo en recompensa.

III. LA PREGUNTA VITAL: Querido lector: ¿Tienes fe? ¿Crees en el Señor Jesucristo con todo tu corazón?

Si es así, ¿Puedes confiar en que eres salvo.

Quien tiene fe ha renunciado a su justicia propia. Si pones un átomo de confianza en ti mismo, confianza de lograr cosas de acuerdo a tu propia valía y esfuerzo personal, no tienes ninguna fe. Si pones una partícula de confianza en cualquier otra cosa que no sea la obra de Cristo, no tienes fe. Si confías en tus obras, estas obras son anticristo y Cristo y el anticristo no pueden estar juntos. Para Cristo es todo o nada. Él debe ser el Salvador suficiente o no lo será en lo absoluto. Si tienes fe, entonces puedes decir: Nada traigo en mis manos, Simplemente a la Cruz me aferro. La fe verdadera puede ser reconocida por esto: expresa una gran estimación por la Persona de Cristo. ¿Amas a Cristo? ¿Darías tu vida por Él? ¿Buscas servirle? ¿Amas a Su pueblo? Puedes decir: Jesús amo tu nombre encantador Es música para mi oído.

Si no amas a Cristo, no crees en Él. Pues creer en Cristo engendra amor. Y aún más: aquél que tiene fe verdadera tendrá sumisión verdadera. Si un hombre dice tener fe y no tiene obras, miente. Si alguien declara que cree en Cristo y no vive una vida santa, miente. Pues aunque no confiamos en las buenas obras, sabemos que la fe siempre engendra buenas obras y que la fe sin obras está muerta. La fe engendra la santidad. Y no se tiene al que engendra si no se ama al hijo. Las bendiciones de Dios son dadas con ambas manos, son dobles. Con una mano Él otorga el perdón. Con la otra mano siempre da la santidad. Y ningún hombre puede tener una bendición sin la otra. Y ahora, en el nombre de Cristo deseo que contestes a esta pregunta en el silencio de su habitación: Tienes fe? Responde SI o NO pero por favor, no digas NO SÉ o NO ME IMPORTA. Pues, te va importar un día, cuando la tierra tiemble y el mundo se sacuda de un lado a otro. Te importará cuando Dios te llame a juicio y condene a los incrédulos y a los impíos. Si tuvieses sabiduría te importaría. Si alguno de ustedes siente que necesita a Cristo, te lo ruego, en el nombre de Jesús, que busques la fe en Él que es exaltado en las alturas, para dar arrepentimiento y remisión de los pecados y quien, si te ha dado el arrepentimiento, también te dará las remisión de los pecados.

Creamos en el Señor Jesús y seremos salvos. Descansemos en Su amor y en Su sangre, en Su obra y en Su muerte, en Sus sufrimientos y en Sus méritos. Y si lo hacemos así, no caeremos jamás sino que seremos salvos ahora y seremos salvos en ese gran día cuando no ser salvo será terrible en verdad.

En el capítulo siguiente voy a intentar entregar algunas técnicas con objeto de incrementar la fe, fe tan necesaria para el logro de la felicidad.

Convertíos, convertíos; ¿por qué moriréis, casa de Israel? Descansen en Él, toquen el borde de su manto y serán salvos. Que Dios los ayude a hacerlo así y a incrementar su fe. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

CAPITULO V

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8
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